"La Culpa es yo". En su momento, la frasecita de Diego, Fiti y compañía en la mítica serie Los Serrano, chirriaba (tal vez sintácticamente hablando, que se noten las horas de estudio) y sobre todo sonaba a chiste o a gracieta absurda de estos personajes. Sin embargo hoy me viene rondando la cabeza tal vez porque dentro de mi mundo incierto le saco punta y le encuentro sitio y aplicación directa.
Cuántas veces escuchamos, o nos decimos, la culpa no existe. Llamémosla responsabilidad, llamémosla vergüenza, digámosle miedo social… o definámosla como un producto más de la autoexigencia.
Porque claro queremos, - o quiero-, controlarlo todo; quiero estirar nuestro tiempo y hacerlo todo bien, como se espera, - y como espero- , estar siempre presente y que nada cambie, que los que están cerca – los míos- estén bien en todo, bien atendidos y bien cuidados por mí, en casa o fuera, en todos los aspectos del día a día… Pero claro, en volviendo a lo incierto, no sólo tengo, - necesito- llegar a todo sino llegar a mí y tener tiempo y cabeza para “ponerme en orden” (concentrarme, estudiar en mi caso hoy El Lazarillo o El Quijote, casi ná'; revisar las ofertas de empleo; los malditos cursos de actualización…). Llegan ahora los “y si…”: y si no llego a todo, dudo qué estoy haciendo o si voy realmente a conseguir mejorarlo, y si algo falla por h o por b, porque estoy agotada, porque los días por más que quiera no tienen 25 horas al menos… pues entonces vuelvo al “Catapún, ¡patas arriba!”
Sí, culpable. Lo soy, lo reconozco. Caigo en la trampa de la autoexigencia que diría Cirujana Emocional, y agota por más café que me tome. Porque ahí está “la culpa es yo”, está en mí, no en nadie más, ni en los míos ni en los de más allá. La culpa es yo igual que la felicidad está en una misma nos lleva a la misma salida para aliviarnos: cambiar el chip que decimos en lo coloquial (ahí, repaso de Lengua oye) o más algo que no sé como se hace pero suena muy bien “gestionar el yo” por no decir, a lo Fiti y sin paños calientes “cambiar el yo” o …
¡A la mierda! que diría aquel...
(también las cien palabras, que ya me pasé otra vez...)